El interior de una mina de alta seguridad, y no los pasillos de un museo o alguna universidad mantiene en las mejores condiciones posibles la “memoria grafica” del siglo pasado. Era 1933. Dos años atrás el nazismo encabezado por Adolf Hitler (1889-1945) había llegado al poder en Alemania y junto con él, los primeros atisbos de un perturbador sentimiento antisemita. El Dr. Otto Bettmann (1903-1998) acaba de perder su empleo como curador de libros raros en la Biblioteca estatal de Berlín, así que decidió hacer maletas y embarcarse rumbo a Estados Unidos. Dada su ascendencia judía, los agentes alemanes lo despojaron de casi toda sus pertenencias y bienes de valor antes de salir del país. Para su fortuna, prestaron poca atención a dos baúles repletos de álbumes fotográficos que llevaba consigo. Contenían cientos de imágenes que –aun nadie imaginaba- con los años serian conocidas como el “Archivo Bettmann”, uno de los más extraordinarios legados de la cultura moderna.
Bajo llave
Este acervo, además de contener imágenes que datan de hace más de 100 años. Actualmente resguarda miles de fotografías y negativos originales de los eventos que marcaron la historia del siglo XX; el primer vuelo de los Hermanos Wright; la llegada del hombre a la luna; la icónica imagen de Albert Einstein enseñando la lengua, o la foto que muestra a una tenaz Rosa Parks sentada en la parte delantera de un autobús, luchando por los derechos de los afroamericanos, por citar a unas cuantas. Debido a que gran parte de dicho material fue utilizado con frecuencia por las revistas y diarios estadounidenses más importantes de la época tales como la revista Life o el The New York Times para ilustrar sus páginas, este preciado registro grafico ha sido considerado un elemento insustituible del Bajo llave
Este acervo, además de contener imágenes que datan de hace más de 100 años. Actualmente resguarda miles de fotografías y negativos originales de los eventos que marcaron la historia del siglo XX; el primer vuelo de los Hermanos Wright; la llegada del hombre a la luna; la icónica imagen de Albert Einstein enseñando la lengua, o la foto que muestra a una tenaz Rosa Parks sentada en la parte delantera de un autobús, luchando por los derechos de los afroamericanos, por citar a unas cuantas. Debido a que gran parte de dicho material fue utilizado con frecuencia por las revistas y diarios estadounidenses más importantes de la época tales como la revista Life o el The New York Times para ilustrar sus páginas, este preciado registro grafico ha sido considerado un elemento insustituible del patrimonio mundial.
En 1998 el compilado de fotos protegido por Otto Bettmann quedo ligado para siempre al nombre del empresario y multimillonario estadounidense Bill Gates. A través de su compañía Corbis, dedicada a la digitalización de gráficos, Gates adquirió el total del Archivo Bettmann; es decir casi 11 millones de fotos y negativos en que están grabados momentos de gran trascendencia en la historia del siglo pasado. Su intención, llego a expresar era subir a internet este importante banco de imágenes para ponerlo al alcance de todos. Sin embargo después se anuncio que el archivo, el cual se había mantenido resguardado en un edificio en Manhattan, sería trasladado a su nueva y secreta ubicación bajo tierra.
Varios medios de comunicación mostraron su indignación ante lo que consideraron un plagio a la humanidad. Si bien Gates había pagado por el acervo, había prometido que una parte seria digitalizada y puesta al servicio del público a través de Corbis, y el hecho de que ya no pudiera ser analizado de primera mano suponía un duro golpe no solo para la prensa sino también para los investigadores. Así lo hizo saber en aquel entonces la historiadora experta en material fotográfico Gail Buckland. El mismo Bettmann considero una lástima que el archivo pasara a ser propiedad privada de Gates, quien no solo era “dueño del futuro” con su importante compañía de software Microsoft si no ahora también del pasado.
Nuevo legado
Hasta ahora todos aquellos vestigios que han llegado hasta nuestros días y que de alguna u otra manera narran un fragmento de la época de la que provienen, son resguardados en museos y archivos institucionales, donde se conservan bajo condiciones específicas. Los libros, por su parte, tienen sus santuarios en las bibliotecas, las cuales han existido por más de 4,000 años y realizado durante todo este tiempo un arduo e incansable trabajo de curación y recopilación del saber de la humanidad. Pero los nuevos medios audiovisuales que durante el último siglo se han encargado de registrar nuestra historia, han evolucionado y generado tal cumulo de información a un ritmo tan rápido, que conservarlo para las futuras generaciones ha resultado ser toda una proeza.
Fue mediante el esfuerzo realizado por personajes como el coleccionista Otto Bettmann que muchos de este legado reciente (no solo en fotografía, también en audio y video) pudo resguardarse. No obstante, otra gran cantidad de información simplemente se perdió. Esto porque por un lado los novedosos métodos de registros no tuvieron la importancia que merecían sino hasta muchos años después (tan solo en el caso de la fotografía pasarían casi 50 años).
Otro de los grandes problemas ha sido que durante todo este tiempo el trabajo de archivado y protección fue relegado a las empresas que producen el material. Aunque hoy día muchas mantienen acervos de sus productos, al principio no fue una práctica generalizada. El guardar este material ocupaba espacio y necesitaba ser cuidado, sin que la empresa viera algún tipo de ganancias a corto plazo por esta inversión. Algunas montaron museos con el material recopilado, pero otras, desconocedoras de su lugar en la historia y de la importancia de su acervo, optaron por deshacerse de él. Tal fue el caso de la RCA Records, uno de los más importantes y antiguos sellos discográficos. Desde su inauguración en 1929 la RCA fue la responsable de editar varias de las primeras grabaciones sonoras y sin embargo en 1960 demolió cuatro pisos de su almacén ubicado en Camden, Nueva Jersey, echando por la borda un pedazo importante de la historia musical.
Cueva del tesoro
Ahora, para evitar el problema del espacio y la manutención de sus archivos, muchas empresas optan por contratar los servicios de consorcios especializados en el resguardo y almacenamiento de bienes e información. Uno es Iron Mountain, cuyas bóvedas se encuentran en las entrañas de una mina ubicada cerca del condado de Butler, en Pensilvania, Estados Unidos. Desde los años 50 esta antigua mina de piedra caliza, la cual podría ser considerada una moderna cueva de las maravillas recordando a Aladino, fue acondicionada para fungir como bunker en caso de una guerra nuclear. Más tarde se le empleo como bodega de alta seguridad para archivos militares y gubernamentales –se requiere más que un “Ábrete, Sésamo” para ingresar, como en Ali Babá y los 40 ladrones-, papel que todavía ejerce, pero para más de 2500 empresas.
Sus apartadas y discretas instalaciones pasarían desapercibidas de no ser por los retenes de guardias armados que protegen la entrada. En el interior, a varios metros por debajo de la superficie, se esconde una intrincada red de túneles y laberintos donde sus clientes, entre ellos la compañía Warner Bros Entertainment asi como disqueras, artistas, bancos e incluso agencias del gobierno no federal estadounidense, por ejemplo la Oficina de Patentes y Marcas de aquel país o el Departamento de Defensa, preservan allí los originales de sus registros y archivos de mayor relevancia. Cada bodega, algunas del tamaño de pequeños centros comerciales, esta acondicionada para mantener libre de humedad a fin de preservar en las mejores condiciones posibles los documentos de sus clientes. Es sin duda uno de los complejos más inviolables y extensos del país, solo superado en nivel de seguridad por el pentágono y la Casa Blanca. Además, se halla en una zona libre de riesgo sísmico o inundaciones, conjurando así cualquier posible peligro para el valioso material que protege.
Este es justamente el nuevo hogar que aloja al Archivo Bettmann-Corbis desde 2001. No obstante, la razón de su elección tiene poco o nada que ver con su inaccesibilidad, pues el objetivo real de Gates al llevar ahí la colección no era protegerlo de posibles ladrones si no de un enemigo más peligroso e implacable: la degradación.
¡Congelado!
Las fotografías son uno de los materiales más vulnerables a las condiciones del ambiente. Por la acción del oxigeno con sus componentes, pueden perder color y nitidez; la humedad también es un gran problema. El experto en imágenes Henry Wilhelm afirma que el mejor método para alargar la vida útil de este tipo de archivos es conservarlos a temperatura muy por debajo de los cero grados (unos -18oC). Con la temperatura y cuidados adecuados (evitando a toda costa el polvo y la humedad) una imagen podría preservarse hasta 300 veces más tiempo de lo que habría durado sin ese trato, al mantenerse en una especie de “animación suspendida”.
Debido al uso rudo que durante décadas se le dio al archivo de Otto Bettmann, aunado a un embalaje poco adecuado para su preservación. Muchas de las fotografías y negativos estaban deteriorados por la humedad, o incluso infestados por el nocivo “síndrome del vinagre”, que afecta agresivamente todo material hecho con acetato de celulosa (como rollos de películas antiguas o de fotografía) degradándolo de modo irreversible. De seguir así en menos de 50 años este archivo fotográfico se habría destruido, eso si algo como un incendio o un temblor no actuaban antes. Frente a la inminente posibilidad de perder su inversión, que literalmente estaba siendo carcomida por el tiempo, Bill Gates contacto a Wilhelm, quien recomendó que el archivo entero fuera sometido a un profundo trabajo de curación y reconstrucción además de resguardarlo en un ambiente impoluto y a temperaturas por debajo de los cero grados.
Solo la inexpugnable Iron Mountain reunía las condiciones para crear una bóveda con tales especificaciones. Ahí la temperatura no sube de los 10 o 12oC y sus niveles de humedad se encuentran por debajo de la mitad que los de otros sitios similares. Por otra parte, al ubicarse bajo tierra, esta a resguardo de la luz solar y el ambiente. Corbis construyo sus instalaciones de conservación de archivos de imágenes, Film Preservation Facility (FPF), en una de las enormes galerías de la mina. Tal como si se tratara de un laboratorio de máxima seguridad, FPF está equipado con sistemas de refrigeración y deshumificadores para estabilizar en todo momento la temperatura y los niveles de humedad. Incluso antes de entrar cada visitante debe pasar por una cámara de presión y filtros de aire, los cuales eliminan toda partícula de polvo que pueda dañar la colección.
Hasta el momento han sido restauradas más de cinco millones de imágenes originales y digitalizado unas 250,000 las cuales pueden ser consultadas vía internet en la página de Corbis. El plan es que una vez que se termine la revisión de todas las piezas –lo cual por el volumen puede tardar aun varios años-, la bóveda en Iron Mountain será cerrada y mantenida a una temperatura de -20OC. Así, esta herencia fotografía de la humanidad será conservada por cientos de años y estará disponible para ser estudiada y disfrutada por las generaciones.
Iron Mountain, a prueba de todo
En el interior de una mina de Pensilvania se encuentran las instalaciones de alta seguridad donde se protege en las mejores condiciones parte de nuestra historia moderna.
* 2,300 empresas de 35 países cuya identidad es celosamente protegida almacenan sus acervos ahí.
* 2,000-2,700 trabajadores laboran en sus instalaciones dia y noche entre 200 y 600 metros de profundidad.
* Sus generadores de emergencia pueden suministrar electricidad por 48 horas consecutivas
* El complejo en su totalidad ocupa alrededor de 405 hectáreas, pero solo 52.5 son usadas para el almacenaje.
* En sus instalaciones están resguardadas grabaciones originales de Elvis Presley, Michael Jackson, filmes de Steven Spielberg como tiburón (1975), E.T. el extraterrestre (1982) o los testimonios grabados de los sobrevivientes del holocausto, sin mencionar la más de 20 millones de imágenes del Archivo Bettmann-Corbis.
* Cuenta con su propia planta de tratamiento de agua y su departamento de bomberos.
* Es considerada la mayor instalación de almacenamiento de documentos del mundo.
* Cada una de sus 110 bóvedas cuenta con temperatura controlada, deshumificadores y sistema continuo de ventilación.